Crisis
Financieras
Mitigando
sus efectos en el sector empresarial
Por Karen Watkins Fassler
Imagen recuperada de Google |
En
la historia reciente hemos sido testigos de diversas crisis financieras. En los años 90, se presentaron episodios de
crisis en América Latina, el Sudeste Asiático y Rusia. Durante el 2008 el mundo fue víctima de una
crisis financiera global y en la actualidad se vive aún la crisis en Europa.
Los economistas han
tratado de entender y mitigar los efectos perversos de estas crisis. Si bien existe mucha investigación sobre sus
implicaciones macroeconómicas y el contagio internacional de las mismas, falta
información sobre sus repercusiones microeconómicas.
Para reducir los
efectos negativos de estas crisis en las empresas, se debe empezar por
comprender las repercusiones de las mismas en el desempeño empresarial. Como
segundo punto, hay que entender cómo estos efectos varían de acuerdo a
diferencias entre las firmas y finalmente buscar patrones comunes y diseñar
estrategias corporativas para reducir la vulnerabilidad de las empresas ante las crisis
macroeconómicas.
El ejercicio se
facilita al tomar en cuenta que existen similitudes entre crisis pasadas y recientes;
las crisis
financieras son eventos recurrentes. A manera de ejemplo, vamos a abordar el tema contrastando
la crisis mexicana de 1994 con la crisis española que inició en 2009. Si bien hay similitudes en el ambiente
empresarial mexicano y español y en los antecedentes de estas crisis, hay que
resaltar también que estas crisis fueron enfrentadas de forma distinta, lo cual
repercutió indudablemente en los resultados empresariales. En México el ajuste se dio vía
devaluación. Eventualmente esto favoreció la competitividad y el empleo. En
España el ajuste ha sido vía desempleo, por lo que es más difícil salir de la
crisis.
Entorno empresarial mexicano
El entorno
empresarial mexicano durante los años noventa no ha experimentado grandes
cambios y rige aún en la actualidad. Las pequeñas y medianas empresas (PYMES) emplean el 70% de
la fuerza de trabajo, representan el 95% de todas las firmas y aportan la mitad
de la producción nacional. La mayoría de estas compañías son de propiedad
familiar y pertenecen a los sectores de servicios y manufactura.
Son muy pocas las
empresas que cotizan en la Bolsa Mexicana de Valores; en 1994 había 147 firmas
no financieras listadas y en la actualidad son aproximadamente 150. Éstas son
compañías diversificadas, controladas por pocas familias influyentes, con nexos
con el gobierno y los bancos (esto último siendo más visible durante los años
90). Muchas de las empresas se
organizan como grupos empresariales piramidales, donde una cabeza de grupo sostiene
el control mediante una cadena de propiedad. Los mercados internos de capitales
son una práctica común, lo cual permite el financiamiento dentro del mismo
grupo. Por otro lado, la mayoría de las
empresas son locales (aunque en la actualidad esto está cambiando paulatinamente):
producen para el mercado nacional y no se exponen a los mercados de capitales
internacionales. La tabla a continuación evidencia lo anterior.
Entorno empresarial español
Si bien existen
grandes empresas españolas internacionales en ciertos sectores como
telecomunicaciones y servicios financieros, al igual que en México la mayoría
de las firmas son PYMES locales. Alrededor
del 80% de las compañías españolas tienen uno o dos empleados, y como en
México, son de estructura familiar. En concordancia también con el entorno empresarial
mexicano, la mitad de las firmas españolas pertenecen al sector de servicios.
Antecedentes de la crisis mexicana: 1990-1993
Previo a la crisis
financiera de 1994, México estaba viviendo un proceso de liberalización
financiera. Se privatizaron bancos, iniciaron operaciones nuevas entidades
bancarias, servicios e instrumentos financieros, lo que generó una expansión
importante para este sector. Junto con ello la inversión extranjera se
incrementó debido a las buenas perspectivas económicas del país. Este optimismo económico se basaba,
entre otras cosas, en un crecimiento promedio de la producción nacional del 4%
anual, baja inflación, déficit fiscal controlado y la firma del NAFTA en el año
1993.
No obstante, existían
algunos signos económicos negativos, tales como el aumento en el déficit de la
cuenta corriente. Esto, junto con el incremento
de las tasas de interés en Estados Unidos de Norteamérica y la tensión política de estos años (asesinato
de políticos y conflicto armado en Chiapas), impulsó la salida de capitales y
la necesidad de devaluar el peso mexicano. México también presentaba niveles excesivos de
riesgo financiero, debido a la expansión masiva del crédito acompañada por un
análisis de crédito deficiente y una regulación inapropiada. Las empresas se encontraban vulnerables
ante la aparición de la crisis, pues estaban altamente apalancadas, en su
mayoría con deuda en dólares estadounidenses a corto plazo.
Antecedentes de la crisis española: 2007-2008
Al igual que en
México, en España se vivía un ambiente de oportunidades financieras. Hubo un boom en el sector bancario durante
el año 2007 y gran inversión extranjera, por el relativo optimismo de la
economía española. Si observamos las
cifras, España registraba mayor crecimiento de la producción que el resto de
Europa (3.8%), superávit del sector público (2.2% del PIB), además de ser una
economía abierta, miembro de la Unión Monetaria Europea desde 1999.
Sin embargo, en línea
con lo observado para México, España también presentaba algunos signos
económicos negativos (su déficit de cuenta corriente aumentó 21% en el 2007), riesgo
financiero y vulnerabilidad empresarial. En cuanto al riesgo financiero, hubo
una fuerte expansión crediticia particularmente en el sector privado, que se
duplicó como porcentaje del PIB de 2001 a 2008. Las empresas se mostraron vulnerables
ante la aparición de la crisis por su alto apalancamiento (igual que en México),
dadas las bajas tasas de interés y buenas opciones de crédito, y la caída en la
competitividad que representó el 30% para el sector manufacturero- por citar un
caso.
Crisis mexicana
La crisis en México
inició el 20 de diciembre de 1994 con la devaluación del peso mexicano. Para
frenar la salida masiva de capitales las tasas de interés domésticas se
incrementaron (43%), la
inflación en 1995 alcanzó el 52%, la producción nacional cayó 6.2% y hubo
insolvencia bancaria.
Crisis española
La crisis en España
comenzó en el 2009. Desde sus inicios esta crisis impactó fuertemente en el
desempleo, el cual
fue del 20% (y 40% para los jóvenes). El déficit fiscal representó el 11% del
PIB, la producción cayó 3.6% y también hubo insolvencia bancaria.
Efectos empresariales en México
La crisis mexicana de
1994 hizo que quebraran muchas empresas y otras fueran seriamente afectadas. La
devaluación del peso mexicano incrementó el valor en pesos de la deuda
denominada en dólares estadounidenses. Además, el aumento en las tasas de
interés domésticas subió el costo de la deuda en pesos. Como resultado hubo un mayor costo de la
deuda para las firmas. Junto
con la reducción en
las opciones crediticias y la demanda interna, surgieron problemas de liquidez
y de solvencia.
Si vemos la
cronología de la crisis en las empresas, nos percatamos que el deterioro de los
estados financieros se dio a manera de shock entre el cuarto trimestre de 1993
y 1995. La recuperación de estos estados financieros (para las firmas
sobrevivientes) inició gradualmente entre el primer trimestre de 1995 y el
tercer trimestre de 1997. No obstante, el resultado general fue que la crisis
perjudicó incluso a las empresas sobrevivientes. La tabla a continuación muestra que
durante la crisis hubo una caída tanto en el rendimiento sobre los activos como
en el margen de ventas (ambas medidas de desempeño empresarial), los cuales
sólo se recuperaron parcialmente posterior a la crisis. Asimismo, estos resultados empresariales se
tornaron más volátiles o dispersos (de acuerdo a la desviación estándar)
durante y posterior a la crisis, lo cual señala un ambiente empresarial más
riesgoso.
Si acercamos la lupa
un poco más de cerca al sector empresarial, nos damos cuenta que si bien el
resultado general de la crisis no fue favorable para las firmas, no todas tuvieron
las mismas experiencias. Los
sectores de minería y conglomerados se desempeñaron mucho mejor que los demás,
gracias a su exposición a los mercados internacionales y la diversificación del
riesgo por parte de los conglomerados. Los grandes perdedores en esta crisis
fueron los sectores de servicios y construcción, por ser netamente locales y
altamente apalancados. Por otro lado, aquellas empresas pertenecientes a grupos
empresariales piramidales y de propiedad familiar tuvieron mejores resultados
que las demás. Las que peor se desempeñaron fueron las que poseían vínculos
bancarios, pues eran las más apalancadas y riesgosas.
Efectos empresariales en España
Igual que en México,
en España las opciones de crédito y la demanda interna cayeron con la crisis.
Muchas empresas han cerrado operaciones en los últimos años y los mayores daños
se han presentado en los sectores de construcción y servicios personales-lo que
coincide también con la experiencia mexicana.
Estrategias corporativas para enfrentar las crisis
La exposición
anterior manifiesta las similitudes entre la crisis financiera mexicana de 1994
y la crisis española de 2009. Estas similitudes se observan tanto en los
antecedentes de las crisis como en el entorno empresarial mexicano y
español. También se analizó cómo estas
crisis repercuten en los resultados corporativos y cómo estos efectos varían de
acuerdo a diferencias entre las firmas. Se buscaron los patrones comunes y como
paso final se
proponen las siguientes estrategias corporativas para reducir la
vulnerabilidad de las empresas ante las
crisis macroeconómicas:
- Reducir
los niveles de endeudamiento bancario y utilizar más los mercados de
capitales y el crédito de proveedores.
El apalancamiento excesivo genera mayor vulnerabilidad ante las
crisis y aumenta el riesgo de quiebra.
- Diversificar el riesgo produciendo tanto para el
mercado local como para el internacional.
Las empresas exportadoras dependen menos de las condiciones
macroeconómicas locales. Además, la participación en mercados
internacionales implica mejor regulación, transparencia y control
corporativo, lo cual favorece al desempeño.
3.
Mantener
los indicadores de liquidez altos, aunque en el corto plazo se sacrifiquen
ganancias. Esto aumenta la flexibilidad financiera de las
empresas para enfrentar las crisis.
4.
Crear
vínculos con otras empresas para favorecer la existencia de mercados internos
de capitales e intercambio comercial.
5.
Ser más eficientes. Es
importante sostener
las ganancias mediante la reducción de costos (evitando reducir la planilla y
los salarios): optimizar procesos, reducir costos de distribución, invertir en
capacitación, etc.
6.
Innovar. Una
crisis financiera puede ser una oportunidad para explorar la capacidad
empresarial. Usualmente hay incentivos gubernamentales para ello: en México
bajaron las tarifas eléctricas y hay mayores opciones crediticias para la
innovación. Invertir en investigación y desarrollo durante las crisis puede ser
rentable, pues permite posicionamiento en el mercado. Microsoft, Nokia y Sony
son ejemplos de ello.
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